domingo, 4 de octubre de 2015

Calentamiento - Claudia Isabel Lonfat, Patricio Bazán & Alejandro Sosa Briceño


El calor era insoportable. El mercurio del termómetro parecía querer saltar del tubo capilar contenedor, traspasar ese frágil objeto de vidrio y rodar coagulado por el piso. Marcaba casi cuarenta grados, algo inusual para esta época del año; faltaban dos meses para el verano. La gente estaba asustada porque en el hemisferio norte las temperaturas del otoño también habían sido demasiado elevadas y la ola de calor provocó la muerte de mucha gente, debido a la proliferación de bacterias.
Javier cerró los ojos. Era el quinto ensayo que leía pero el sudor que chorreaba por la frente no le ayudó a ser tolerante. Se apartó del escritorio y abrió la ventana que daba al puente sobre el lago. Respiró profundo y suspiró, preguntándose por qué se había hecho maestro de escuela en un país donde se limpia el piso con las letras y las ciencias. No pedía un milagro, solo ochenta palabras que hablaran sobre el puto calentamiento global.
¡Aquí estaba! La relación entre elevadas temperaturas y el incremento de la tasa de crímenes violentos. ¡Brillante! El ensayo fundamentaba perfectamente la ola de homicidios, atentados y el clima de anarquía reinante. Releyó el nombre del autor pensando en felicitarlo, pero luego de mirar los cuerpos ensangrentados de sus alumnos, colgados como reses, recordó por qué estaba tan silenciosa el aula.
Notó las moscas que revoloteaban y cerró la ventana, pensando en escribir un ensayo sobre la peligrosidad de las bacterias.

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