sábado, 24 de octubre de 2015

Cuestión de tacto - Marcelo Sosa, Luciano Doti & Ada Inés Lerner


La Negra Goyochea iba camino al séptimo hijo, lo que equivalía a decir también que iba por el séptimo malandra, uno que, una vez más, la abandonaría, y cuya identidad yacía escondida en lo más recóndito de su conciencia. A nadie le quería decir quién era el galán que le había dejado semejante souvenir. Cuando en el hospital, a punto de parir, entre gritos y contracciones, le preguntaron por el progenitor, ella respondió lacónica:
No sé, un pulóver áspero, era. Resultaba obvio que nadie podía creer eso. Todos los presentes atribuyeron semejante dislate a que ya no sabía qué inventar para disimular tanta promiscuidad. El “pulóver” había aparecido en las inmediaciones de su rancho, una noche de verano en que ella tomaba fresco paseando afuera; se le abalanzó encima y comenzó a sacudirla vigorosamente. Al principio, las manos de la doña trataron de desasirse de él, pero luego ya no pujó; algo la indujo a aceptarlo, y hasta lo acarició. Era casi un niño, con la barba incipiente hundida entre sus pechos negros y la piel suave de manos temblorosas que buscaban afirmar su hombría en ella, en la Negra Goyochea, mientras las lágrimas se le mezclaban con el sudor en la piel curtida de la Negra, que tenía experiencia de hembra más intuición de madre para comprender la lucha de ese muchacho, que había ido a perder su virginidad con ella, justamente.

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